jueves, 27 de marzo de 2014

Heavy Rain, o cómo ser un buen padre - Spoilers -

  Imagina que tu hijo ha desaparecido, y tienes días para encontrarlo vivo. Sino lo encuentras, morirá ahogado por un asesino despiadado.

  Obviamente este artículo tiene spoilers a doquier, pero creo que este juego no se puede explicar sin hacer hincapié en como se desarrolla el juego hasta uno de los finales. No pretendo analizar un videojuego porque Heavy Rain es una serie interactiva para mi, pero pretendo dar mis impresiones y dar a conocer los sentimientos que me ha producido en determinadas partes. Por eso diré adios a la jugabilidad y hablaré solamente de la historia.


  El inicio no puede ser más desolador. Una familia idílica ve como un hijo es atropellado debido a un despiste del padre. Entonces vienen los problemas y la familia se desestructura. Obviamente parece el guión de un culebrón, pero entonces aparece en escena el asesino del Origami, quien ya ha estado asesinando a críos por Dios sabe qué.

  Y cuando me arrebatan a Shaun, bueno, cuando se lo arrebatan a Ethan, quiero encontrar al culpable de tal atrocidad. Aunque para ello tenga que pasar pruebas duras que impliquen incluso perder mi seguridad... Es el momento del juego más emocionante de todos: cómo un padre haría lo que fuese por su hijo. Y es que, salvo en la prueba de la central eléctrica, y por fallo mío, hice todo lo que un padre considero que haría por su hijo. Hasta que llegué a mi hijo y lo salvé.

  Pero el final no es feliz. Muero de un tiroteo en la puerta de un descampado, debido a los fallos garrafales de la policía.

  Y es que pese a que la historia narra perfectamente quien es el asesino, porque lo hace, y toda la historia de búsqueda desesperada del padre, hay otros temas como la imcompetencia policial, el periodismo de investigación, y las investigaciones en un segundo plano que dan fiel reflejo de casos que suceden día a día, sin llegar a ser tan macabros como este.

  Quiero decir que pocas veces he llorado por una obra audiovisual... Pero aquí, tres o cuatro veces, se me ha escapado la lagrimita y creo que era necesario contarlo.

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