domingo, 27 de octubre de 2013

El porqué mi bajo interés en el fútbol

  Mucha gente que conozco adora el fútbol; lo sigue, lo juega, anima a un equipo, lo ve... Yo no. La parte de jugar, directamente no la hago porque no soy bueno e insistir en algo en lo que no voy a mejorar lo veo una soplap... Bueno, eso. Pero si quiero exponer el porqué no veo normalmente partidos que son llamados "Clásicos" - solo veo algunos partidos del Graná -.

  No veo que la liga de fútbol de este país tenga emoción. Es como Motociclismo o Formula 1 en los últimos años: todo el pescado parece vendido - aunque este año en Motociclismo haya sorpresas interesantes -. Diez jornadas después del comienzo de la liga, vemos que la televisión habla solamente de Madrid y Barça, y algunos momentos del Atlético de Madrid, que va segundo siguiendo la estela del Barcelona.

  Los medios de comunicación tienen una sección de deportes - fútbol más bien -, en la que solo se habla de los dos más grandes; de los dos con más seguidores. Empezando por ahí, ya tenemos una imposición de fanatismo: o eres del Madrid, o eres del Barça, si lo que quieres es ver una sección de deportes amplia - no hablemos ayer del especial de Tiki Taka; seis horas ayer entre dos especiales hablando del clásico -.

  ¿Y porqué ya no sigo el fútbol? Tiene más emoción una película de Chaplin - sin menospreciar el cine -. Al final de temporada, todo queda reducido en una lucha Barcelona vs Madrid, con todo lo que ello conlleva: peleas en bares de los fanáticos de ambos equipos, tertulias eternas en televisión, y un final más esperado de lo que me gustaría.

  Si alguna vez el fútbol se vuelve más interesante que actualmente comunicadmelo que yo lo veo. Mientras tanto, toca jugar al Fifa, que la IA del juego tiene más emoción que una liga de un año entero.

viernes, 25 de octubre de 2013

La libertad (II)

  Tras el primer blog introductorio, que sirve para exponer de una manera distinta mi opinión, me veo en la necesidad de expresar mi frustración respecto al tema. Esta semana, con la derogación de la "Doctrina Parot", he vuelto a pensar si el sistema político español es tan bueno como lo ponen.

  Pero me pongo a pensar que si han elaborado una Doctrina ilegal, sin base legal, y con carácter retroactivo, quizás esté fallando más de lo que nos hacen creer.



  Bueno, alejándonos de esta Doctrina Parot, yo quiero expresar lo que siento: no veo normal que en el régimen penitenciario, se otorgen tantas facilidades al preso como las que se entregan: empezando por un gimnasio diario, continuando con cursos y estudios modulares sobre infinitas tareas, y acabando con una cotización de la Seguridad Social. Y esto es lo que yo no veo normal: no hay trabajo en estos momentos en las calles, y un preso si puede acceder a la cotización para que, en su futura jubilación, cobre una pensión abundante.

  Cierto que estos presos que cotizan a la seguridad no son todos, pero si son una cantidad a considerar, que se benefician de un derecho que muchos españoles en libertad no tienen acceso. ¿Tiene un preso más derecho a una cotización que alguien en libertad? La respuesta coherente sería que deben tener el mismo derecho, ya que siguen siendo persona. Pero en este tema no puedo ser coherente: que mi familia tenga personas en el paro, sin cotizar, y que un preso, simplemente por acceder a un taller al que mi familia le cuesta horrores entrar, pueda cotizar meses y meses de trabajo, me parece la mayor injusticia.

  Quizás por eso, en estos tiempos de crisis, se escucha en muchos lugares la frase: "Se vive mejor en la cárcel que en la calle". Quizás todos tengamos que delinquir para poder acceder a una jubilación en un futuro. Quizás para poder comer algo caliente cada día debamos de cometer un delito.

  Y espero que se entienda que no es una apología a la violencia; simplemente es una ironía hacia el sistema penitenciario español.

La libertad (I)

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, acusado de una matanza que culminó con más de 50 fallecidos y decenas de heridos. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, sabiendo que le quedan dos días para salir de la celda en la cual aparece cada mañana.

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, después de haber hecho cuatro cursos de tecnología, dos de derecho penitenciario y uno de forma física. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, preparado para ir al comedor y tomar un desayuno rico en proteinas que ya muchos españoles desearían tener en sus mesas.

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, sabiendo que le quedan menos de 48 horas para ver la luz del sol, y estar en la retina óptica de los medios de comunicación. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, charlando amablemente con los más de doscientos presos del ala occidental de la Prisión.

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, aspirando a que el juez le prolongue la condena diez años más, los necesarios para morir entre barrotes. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, buscando una manera de huir de la calle, y de regresar a su libertad.

  Treinta años que han sabido a poco. Despierta cada mañana Lucrecia en su cama, intentando averiguar porque el asesino de su marido va a salir a la calle en 48 horas. Despierta cada mañana Lucrecia en su cama, angustiada por la inminente salida de un terrorista de la cárcel que asesinó a más de 50 personas y a ella la dejó postrada en una cama el resto de su vida.

  Treinta años que han sabido a poco. Despierta cada mañana Lucrecia en su cama, intentando no cometer ninguna imbecilidad el día de la puesta en libertad de uno de los mayores asesinos del país. Despierta cada mañana Lucrecia atemorizada por una posible reincidencia y el destrozo de otras cincuenta familias en un atentado.

  Treinta años que han sabido a poco.

Esta es una falsa historia de algo que ocurre en las cárceles españolas, y en las calles marcadas por el terrorismo, la barbarie, los asesinatos, las violaciones.

  Treinta años que han sabido a poco para el asesino, el terrorista, el violador: una persona que ha vivido en la cárcel rodeada de "amigos" con sus mismas aspiraciones, de comida saludable, de posibilidades de futuro, de una cotización en la seguridad social, de LIBERTAD.

  Treinta años que han sabido a poco para la víctima, la familia, los amigos: personas que llevan treina años recluidas en sí mismas preguntandose porque el fallecido, los fallecidos, estaban en ese mismo momento en el atentado, porque fueron los elegidos para el asesinato, para la violación... Treinta años ENCERRADOS.

  Quizás la palabra Cárcel sea una ayuda para muchas personas que quieren vivir fácilmente, y que no tienen escrúpulos a la hora de cometer daño, para poder vivir simplemente como en casa, pero con muchas facilidades.

  Quizás debamos cambiar el España el concepto cárcel, empezando a cambiar el concepto Reclusa: no hay que olvidar que un reclusa no deja de ser una persona que ha infringido la ley, la constitución, los derechos básicos de una persona. ¿Por qué ese reclusa debe tener esos derechos? ¿Por qué ese reclusa tiene derecho a todo lo que el afectado no tuvo?

miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Mentiras piadosas?

  Quien no haya echado nunca una mentira piadosa, es que está mintiendo. Siempre, aunque sea incoscientemente, hemos mentido a una persona para que a nosotros nos sea beneficioso algo en concreto.

  Pues yo creo que diciendo "hemos hecho una mentira piadosa", nos estamos mintiendo a nosotros mismos... Y es una pena. Una mentira es una mentira, al igual que un golpe es un golpe, sea más o menos fuerte. Y lo que hay que hacer es no dar el golpe. No decir la mentira, aunque a nosotros nos beneficie.

  ¿Quieres algo y para ello debes mentir? No mientas ni a otra persona, ni a ti mismo. No creo que no tenga solución el problema como para tener que mentir.

  Y creo que somos los adultos los que tenemos ese problema. Los niños y los borrachos, siempre dicen la verdad, segun el refrán, porque como es el caso, están o han vuelto a la inocencia. Un niño no tiene necesidad de mentir y un borracho no puede. Quizás los problemas de los adultos son demasiado complicados, pero aunque suene raro, deberíamos aprender de ellos.

  Yo mismo he mentido. Muchas veces. Y por eso se de lo que hablo. Siempre pillan a los mentirosos. Siempre me pillan a mí...

  No sintáis la verguenza de ser señalado como mentiroso, pese a ser una mentira sin maldad.