viernes, 25 de octubre de 2013

La libertad (I)

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, acusado de una matanza que culminó con más de 50 fallecidos y decenas de heridos. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, sabiendo que le quedan dos días para salir de la celda en la cual aparece cada mañana.

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, después de haber hecho cuatro cursos de tecnología, dos de derecho penitenciario y uno de forma física. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, preparado para ir al comedor y tomar un desayuno rico en proteinas que ya muchos españoles desearían tener en sus mesas.

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, sabiendo que le quedan menos de 48 horas para ver la luz del sol, y estar en la retina óptica de los medios de comunicación. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, charlando amablemente con los más de doscientos presos del ala occidental de la Prisión.

  Treinta años que han sabido a poco. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, aspirando a que el juez le prolongue la condena diez años más, los necesarios para morir entre barrotes. Encerrado en su celda aparece cada mañana Santiago, buscando una manera de huir de la calle, y de regresar a su libertad.

  Treinta años que han sabido a poco. Despierta cada mañana Lucrecia en su cama, intentando averiguar porque el asesino de su marido va a salir a la calle en 48 horas. Despierta cada mañana Lucrecia en su cama, angustiada por la inminente salida de un terrorista de la cárcel que asesinó a más de 50 personas y a ella la dejó postrada en una cama el resto de su vida.

  Treinta años que han sabido a poco. Despierta cada mañana Lucrecia en su cama, intentando no cometer ninguna imbecilidad el día de la puesta en libertad de uno de los mayores asesinos del país. Despierta cada mañana Lucrecia atemorizada por una posible reincidencia y el destrozo de otras cincuenta familias en un atentado.

  Treinta años que han sabido a poco.

Esta es una falsa historia de algo que ocurre en las cárceles españolas, y en las calles marcadas por el terrorismo, la barbarie, los asesinatos, las violaciones.

  Treinta años que han sabido a poco para el asesino, el terrorista, el violador: una persona que ha vivido en la cárcel rodeada de "amigos" con sus mismas aspiraciones, de comida saludable, de posibilidades de futuro, de una cotización en la seguridad social, de LIBERTAD.

  Treinta años que han sabido a poco para la víctima, la familia, los amigos: personas que llevan treina años recluidas en sí mismas preguntandose porque el fallecido, los fallecidos, estaban en ese mismo momento en el atentado, porque fueron los elegidos para el asesinato, para la violación... Treinta años ENCERRADOS.

  Quizás la palabra Cárcel sea una ayuda para muchas personas que quieren vivir fácilmente, y que no tienen escrúpulos a la hora de cometer daño, para poder vivir simplemente como en casa, pero con muchas facilidades.

  Quizás debamos cambiar el España el concepto cárcel, empezando a cambiar el concepto Reclusa: no hay que olvidar que un reclusa no deja de ser una persona que ha infringido la ley, la constitución, los derechos básicos de una persona. ¿Por qué ese reclusa debe tener esos derechos? ¿Por qué ese reclusa tiene derecho a todo lo que el afectado no tuvo?

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